Amar a un ser humano es brindarle la oportunidad de ser
escuchado con profunda atención, interés y respeto, aceptar
su experiencia sin pretender modificarla sino comprenderla.
Ofrecerle un espacio en el que puede descubrirse sin miedo a
ser calificado, en el que sienta la confianza de abrirse sin ser
forzado a revelar aquello que considera privado; es reconocer
y mostrar que tiene el derecho inalienable de elegir su propio
camino, aunque éste no coincida con el mío; es permitirle
descubrir su verdad interior por si mismo, a su manera apreciarlo
sin condiciones, sin juzgarlo ni reprobarlo, sin pedirle que se
amolde a mis ideales, sin exigirle que actúe con mis expectativas;
es valorarlo por ser quién es, pero no por ser como yo quisiera
que fuera; es confiar en su capacidad de aprender de sus errores
y de levantarse de sus caídas más fuerte y más maduro, y
comunicarle mi fe y mi confianza en su poder como ser humano.
Amar a un ser humano es atreverme a mostrarme indefenso,
vulnerable, sin poses ni caretas, mostrando mi verdad desnuda,
honesta y transparente; es descubrir frente a él mis propios
sentimientos y necesidades, sin esperar que se haga responsable
de saciarlas; es disfrutar del privilegio de ser yo-mismo en
facetas siempre nuevas y distintas; es ser veraz, y sin miedo
ni vergüenza, decirle con la mirada cristalina, “ese soy… en
este momento de mi vida, con gusto y libremente, contigo lo
comparto… si tú quieres recibirlo.”
Amar a un ser humano es disfrutar de la fortuna de poder
comprometerme voluntariamente y responder en forma activa a
su necesidad de desarrollo personal; es creer en él… cuando de
si mismo duda, contagiarle mi vitalidad y optimismo cuando está
dándose por vencido, apoyarlo cuando flaquea, animarlo, cuando
titubea, tomarlo de la mano con firmeza cuando se siente débil,
y acariciarle con dulzura cuando algo lo entristece, y sin dejarme
arrastrar por su desdicha… estar ahí, apoyándole en todo
momento, y cuando algo le agobie respirar a su lado contagiándole
de un oxígeno sano, alegre y refrescante; es compartir en el
presente por el simple gusto de estar juntos, sin ataduras
ni obligaciones impuestas, sino por la espontánea decisión de
responderle libremente.
Amar a un ser humano es ser suficientemente humilde como
para recibir su ternura y su cariño, sin representar el papel del
que nada necesita; es aceptar con gusto lo que me brinda, sin
exigir que me dé lo que no puede, no quiere, o no desea darme;
es agradecerle a la vida el prodigio de su existencia, sabiendo
que cada día es una aventura incierta y el mañana, una incógnita
perenne; es vivir cada instante como si fuese el último que
pudiera compartir con él, de tal manera que cada reencuentro
sea tan intenso y tan profundo como si fuese la primera vez que
lo tomo de la mano, haciendo que lo cotidiano sea siempre una
condición distinta y milagrosa.
Amar a un ser humano es atreverme a expresar el cariño
espontáneamente a través de mi mirada, de mis gestos, de mi
sonrisa, de la caricia firme y delicada, de mi abrazo vigoroso,
de mis besos, con palabras francas y sencillas; es hacerle saber
y sentir… cuánto lo valoro por ser quien es! Cuánto aprecio sus
riquezas interiores, aún aquellas que él mismo desconoce; es
ver su potencial latente y colaborar para que florezca la semilla
que se encuentra dormida en su interior; es hacerle sentir que
su desarrollo personal me importa honestamente, que cuenta
conmigo, que estoy aquí; es permitirle descubrir sus capacidades
creativas, alentar su posibilidad de dar todo el fruto que podría;
es desvelar ante sus ojos el tesoro que lleva dentro y cooperar
de mutuo acuerdo, para hacer de esta vida una experiencia más
escuchado con profunda atención, interés y respeto, aceptar
su experiencia sin pretender modificarla sino comprenderla.
Ofrecerle un espacio en el que puede descubrirse sin miedo a
ser calificado, en el que sienta la confianza de abrirse sin ser
forzado a revelar aquello que considera privado; es reconocer
y mostrar que tiene el derecho inalienable de elegir su propio
camino, aunque éste no coincida con el mío; es permitirle
descubrir su verdad interior por si mismo, a su manera apreciarlo
sin condiciones, sin juzgarlo ni reprobarlo, sin pedirle que se
amolde a mis ideales, sin exigirle que actúe con mis expectativas;
es valorarlo por ser quién es, pero no por ser como yo quisiera
que fuera; es confiar en su capacidad de aprender de sus errores
y de levantarse de sus caídas más fuerte y más maduro, y
comunicarle mi fe y mi confianza en su poder como ser humano.
Amar a un ser humano es atreverme a mostrarme indefenso,
vulnerable, sin poses ni caretas, mostrando mi verdad desnuda,
honesta y transparente; es descubrir frente a él mis propios
sentimientos y necesidades, sin esperar que se haga responsable
de saciarlas; es disfrutar del privilegio de ser yo-mismo en
facetas siempre nuevas y distintas; es ser veraz, y sin miedo
ni vergüenza, decirle con la mirada cristalina, “ese soy… en
este momento de mi vida, con gusto y libremente, contigo lo
comparto… si tú quieres recibirlo.”
Amar a un ser humano es disfrutar de la fortuna de poder
comprometerme voluntariamente y responder en forma activa a
su necesidad de desarrollo personal; es creer en él… cuando de
si mismo duda, contagiarle mi vitalidad y optimismo cuando está
dándose por vencido, apoyarlo cuando flaquea, animarlo, cuando
titubea, tomarlo de la mano con firmeza cuando se siente débil,
y acariciarle con dulzura cuando algo lo entristece, y sin dejarme
arrastrar por su desdicha… estar ahí, apoyándole en todo
momento, y cuando algo le agobie respirar a su lado contagiándole
de un oxígeno sano, alegre y refrescante; es compartir en el
presente por el simple gusto de estar juntos, sin ataduras
ni obligaciones impuestas, sino por la espontánea decisión de
responderle libremente.
Amar a un ser humano es ser suficientemente humilde como
para recibir su ternura y su cariño, sin representar el papel del
que nada necesita; es aceptar con gusto lo que me brinda, sin
exigir que me dé lo que no puede, no quiere, o no desea darme;
es agradecerle a la vida el prodigio de su existencia, sabiendo
que cada día es una aventura incierta y el mañana, una incógnita
perenne; es vivir cada instante como si fuese el último que
pudiera compartir con él, de tal manera que cada reencuentro
sea tan intenso y tan profundo como si fuese la primera vez que
lo tomo de la mano, haciendo que lo cotidiano sea siempre una
condición distinta y milagrosa.
Amar a un ser humano es atreverme a expresar el cariño
espontáneamente a través de mi mirada, de mis gestos, de mi
sonrisa, de la caricia firme y delicada, de mi abrazo vigoroso,
de mis besos, con palabras francas y sencillas; es hacerle saber
y sentir… cuánto lo valoro por ser quien es! Cuánto aprecio sus
riquezas interiores, aún aquellas que él mismo desconoce; es
ver su potencial latente y colaborar para que florezca la semilla
que se encuentra dormida en su interior; es hacerle sentir que
su desarrollo personal me importa honestamente, que cuenta
conmigo, que estoy aquí; es permitirle descubrir sus capacidades
creativas, alentar su posibilidad de dar todo el fruto que podría;
es desvelar ante sus ojos el tesoro que lleva dentro y cooperar
de mutuo acuerdo, para hacer de esta vida una experiencia más
Amar a un ser humano es también
atreverme a establecer mis
propios límites y mantenerlos firmemente, es respetarme a mi
mismo y no permitir que el otro transgreda aquello que considero
mis derechos personales, es tener tanta confianza en mi mismo
y en el otro, que sin temor a que la relación se perjudique, me
sienta en libertad de expresar mi enojo sin ofender al ser
querido, y que pueda manifestar lo que me molesta e incomoda
sin intentar herirlo o lastimarlo. Es reconocer y respetar sus
limitaciones y verlo con aprecio sin idealizarlo; es compartir y
disfrutar de los acuerdos y aceptar los desacuerdos, y si llegase
un día en el que inevitablemente los caminos divergieran sin
remedio, amar es ser capaz de despedirse en paz y armonía,
de tal manera que ambos nos acordemos con gratitud de todas
las experiencias vividas, de los mejores y peores momentos,
agradecidos profundamente por los tesoros compartidos.
Amar a un ser humano es ir más allá de su individualidad como
persona, es percibirlo, sentirlo y valorarlo como una muestra
de la humanidad entera, como una expresión del hombre total,
como una manifestación palpable de esa esencia trascendente
e intangible llamada “ser humano”, de la cual yo formo parte,
es reconocer, a través de él, el milagro indescriptible de la
naturaleza humana, del amor tal como es… con la más pura
inocencia y apertura de corazón. Y por tanto, amar a un ser
humano es amarme a mi mismo y sentirme agradecido por esta
bella oportunidad que me dio la vida, de ser una nota en la
maravillosa sinfonía de este mundo.
propios límites y mantenerlos firmemente, es respetarme a mi
mismo y no permitir que el otro transgreda aquello que considero
mis derechos personales, es tener tanta confianza en mi mismo
y en el otro, que sin temor a que la relación se perjudique, me
sienta en libertad de expresar mi enojo sin ofender al ser
querido, y que pueda manifestar lo que me molesta e incomoda
sin intentar herirlo o lastimarlo. Es reconocer y respetar sus
limitaciones y verlo con aprecio sin idealizarlo; es compartir y
disfrutar de los acuerdos y aceptar los desacuerdos, y si llegase
un día en el que inevitablemente los caminos divergieran sin
remedio, amar es ser capaz de despedirse en paz y armonía,
de tal manera que ambos nos acordemos con gratitud de todas
las experiencias vividas, de los mejores y peores momentos,
agradecidos profundamente por los tesoros compartidos.
Amar a un ser humano es ir más allá de su individualidad como
persona, es percibirlo, sentirlo y valorarlo como una muestra
de la humanidad entera, como una expresión del hombre total,
como una manifestación palpable de esa esencia trascendente
e intangible llamada “ser humano”, de la cual yo formo parte,
es reconocer, a través de él, el milagro indescriptible de la
naturaleza humana, del amor tal como es… con la más pura
inocencia y apertura de corazón. Y por tanto, amar a un ser
humano es amarme a mi mismo y sentirme agradecido por esta
bella oportunidad que me dio la vida, de ser una nota en la
maravillosa sinfonía de este mundo.
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