Las razones de su enfermedad yacen en su viaje personal y
probablemente estén relacionadas con su propósito individual.
Puedo resumir la respuesta a la pregunta de por qué me dio cáncer en
una palabra: miedo.
Miedo a casi a todo: al fracaso, a no gustarle a nadie, a caerle mal a la gente
y a no ser lo suficientemente buena, a la enfermedad, al cáncer en particular,
lo mismo que a su tratamiento. Le tenía miedo a vivir y estaba aterrada de
morir.
En realidad ya somos aquello que tratamos de lograr durante todas
nuestras vidas, pero simplemente, ¡no nos damos cuenta!
pero yo tenía esa pequeña voz molesta de desaprobación continuamente en mi
cabeza. Le daba gusto a los demás y le temía a la desaprobación sin importar de
dónde venía.
Maniobraba para evitar que la gente pensara mal de mí y con el paso de los
años, me perdí a mí misma en el proceso. Estaba completamente desconectada de
quién era yo o lo que quería, porque todo lo que hacía estaba diseñado para
ganar la aprobación –de todos, excepto la mía propia. De hecho, en los años que
me llevaron al cáncer, si alguien me hubiera preguntado que quería en la vida,
habría tenido que decir que en realidad no lo sabía. Estaba tan envuelta en las
expectativas de mi cultura, tratando de ser la persona que se esperaba que
fuera que realmente no sabía qué era importante para mí.
Le tenía temor tanto a la enfermedad en sí como al tratamiento de
quimioterapia.
Lentamente, me encontré aterrada tanto de morir como de vivir. Estaba atrapada
por mis miedos. Mi experiencia de vida se estaba volviendo cada vez más pequeña
porque para mí el mundo era un lugar amenazante... Y luego, me diagnosticaron
cáncer.
Aunque parecía que estaba luchando contra la enfermedad, yo creía que el cáncer
era una sentencia de muerte. Pasé por las etapas de hacer todo lo que podía,
pero en el fondo de mi mente, creía que no lo iba a lograr. Y le tenía mucho,
mucho, miedo a la muerte.
El hecho de que los científicos continuamente decían que estaban tratando de
encontrar una cura para el cáncer, me indicaba que aún no había una solución
conocida. Este parecía ser un hecho aceptado, por lo menos en el mundo médico
convencional. Estar informada que la medicina convencional era la única opción
y que esta disciplina admitía que no había cura, fue suficiente para enviar un
sentimiento profundo de terror al centro de mi corazón. La palabra cáncer en sí
misma fue suficiente para causarme este miedo y las carencias de la ciencia,
apoyaron el sentimiento de que iba a morir.
Aún así hice todo lo que pude, pero la enfermedad parecía estar progresando y
empeorando.
Aunque la mayoría de la gente que conocía me aconsejó en contra, opté por la
medicina alternativa porque sentía que con la terapia convencional, estaba
condenada desde el comienzo.
En su lugar, tomé todas las modalidades que conocía y como mencioné antes,
renuncié a mi trabajo y me dediqué durante años a este proceso.
Intenté la sanación a través de la fe, la oración, la meditación y las sesiones
energéticas. Leí todos los libros a los que pude echar mano sobre el cáncer,
aprendí cada connotación posible dada a la enfermedad. Trabajé en terapia del
perdón y perdoné a todos los que conocía y después, los volví a perdonar. Viajé
a la India y a China, conocí monjes budistas, yoguis indios y maestros
iluminados, con la esperanza de que ellos me ayudaran a encontrar respuestas
que me condujeran a la sanación.
Intenté ser vegetariana, meditar en la cima de la montaña, el yoga, la medicina
ayurvédica, el balance de los chakras, la medicina china herbal, la sanación
pránica y Chi Gong.
Pero a pesar de todo esto, mi cáncer continuaba empeorando. Mi mente estaba en
un estado de total confusión y yo continuaba perdiéndome, aún más, en
diferentes modalidades de sanación, probando todo, sólo para permanecer viva,
mientras mi salud continuaba deteriorándose. Como lo describí antes, mi cuerpo,
eventualmente, dejó de absorber nutrientes y tuve una pérdida muscular al punto
que ya no pude caminar. Mi madre me cuidaba porque yo no podía hacerlo. Fue muy
difícil para todos nosotros y podía sentir su dolor sumado al mío.
No puedo describir lo intenso que era el terror que estaba experimentando
mientras día tras día, mientras mi cuerpo continuaba deteriorándose. Me
agarraba a la vida con las uñas. Iba a grupos de sanación espiritual donde
incluso me dijeron que esto era mi elección. También escuché que el mundo es
una ilusión.
Estaba muy frustrada y con miedo, preguntándome: ¿Por qué iba yo a escoger
esto? ¿Cómo puedo escoger algo diferente? Si esto es una ilusión, ¿por qué se
siente tan real? Si Dios oye todas las oraciones, ¿por qué no está oyendo las
mías? Había estado probando seriamente todo lo que pude: perdón, limpieza,
sanación, oración y meditación. Simplemente no podía entender por qué me estaba
pasando esto.
Pero cuando finalmente se volvió
demasiado difícil de aguantar, me solté. Hubo un total e interno dejar ir.
Después de que el cáncer devastó mi cuerpo durante más de 4 años, simplemente
estaba demasiado débil para continuar... así que me rendí. Estaba cansada.
Sabía que el siguiente paso sería la muerte y finalmente había llegado al punto
donde le daba la bienvenida. Cualquier cosa tenía que ser mejor que esto.
Ahí fue cuando caí en un coma y mis órganos empezaron a apagarse. Sabía que
nada podría ser peor que lo que mi familia y yo estábamos viviendo. Empecé a
sumergirme hacia la muerte.
El reino que experimenté cuando mi
cuerpo se apagó me permitió ver mi propia magnificencia, sin las distorsiones del
miedo. Fui consciente del poder grandioso al que tenía acceso.
Cuando renuncié a aferrarme a la vida física, no sentía que necesitaba hacer
nada en particular para entrar en el otro reino, como rezar, cantar, usar
mantras, el perdón o cualquier otra técnica.
Continuar era parecido a hacer
absolutamente nada.
En ese estado de claridad en el otro reino, instintivamente entendí
que yo estaba muriendo a causa de todos mis miedos. No estaba expresando mi
verdadero ser porque mis preocupaciones no me dejaban hacerlo. Entendí que el
cáncer no era un castigo. Era simplemente mi propia energía, manifestándose
como cáncer porque mis miedos no permitían que me expresara como la fuerza
magnificente que era.
En este estado expansivo, fui consciente de cuán duro me había tratado y
juzgado a mí misma durante toda mi vida. Nadie me estaba castigando. Finalmente
había entendido que era a mí a quien no había perdonado y no a otras personas.
Yo era a quién estaba juzgando, a quién había abandonado y a quién no había
amado lo suficiente. No tenía nada que ver con nadie más.
Sólo por el hecho de existir, me hacía merecedora al amor
incondicional. Me di cuenta de que no necesitaba hacer nada para merecerlo –ni
rezar, ni rogar ni nada más. Entendí que nunca me había amado a mí misma, ni
valorado, ni había visto la belleza de mi propia alma. Aunque la magnificencia
incondicional siempre estaba para mí, sentía como si la vida física la hubiera,
de algún modo, decantado o desgastado.
Este entendimiento hizo que me diera cuenta que no había nada que temer.
Simplemente vi aquello a lo que tengo acceso -a lo que todos tenemos acceso. Y
entonces hice una poderosa elección: regresar.
Esta decisión consciente, fue la única y poderosa fuerza que dirigió mi
regreso. En el momento en que desperté de nuevo en mi cuerpo, supe que cada una
de las células respondería a la decisión de regresar y que iba a estar bien.
Finalmente permití que mi verdadero espíritu brillara. Ya no estaba en
un estado de pensar, sino en un estado de Ser. En este estado de Unicidad se
trasciende la dualidad. Era capaz de estar en contacto con quien soy de verdad,
la parte de mí que es eterna, infinita y abarca el Todo.
Las creencias que ya no nos sirven, nos mantienen encerrados en un
estado de dualidad y permanente juzgamiento. Lo que apoyamos lo consideramos "bueno"
y "positivo"; y lo que no, no.
Además nuestras creencias nos ponen en la posición de necesitar defenderlas
cuando los demás no estén de acuerdo. Y cuando invertimos demasiada energía en
defendernos, nos volvemos reacios a soltarlas, aún cuando estas ideas ya no nos
sirvan. Ahí es cuando nuestras creencias empiezan a poseernos, en lugar de ser
al revés.
El Ser consciente (la verdad) no necesita defensas. Se expande, crece
y puede abarcarlo todo, acercándonos al estado de Unicidad. Ahí es donde los milagros
tienen lugar. Por el contrario, las creencias sólo nos permiten aquello que
consideramos creíble y descartamos todo lo demás.
En otras palabras, lo que se requería era una
ausencia de creencias para mi sanación.
En el momento en que renuncié por completo a mi fuerte deseo de
permanecer viva, experimenté la muerte. Y en la muerte, entendí que todavía no
era mi tiempo. Cuando estuve dispuesta a soltar lo que quería, recibí lo que
era mío de verdad; y entendí que lo segundo es siempre el regalo mayor.
Aprendí que las ideologías sostenidas fuertemente, realmente trabajan en mi
contra. La necesidad de actuar sobre creencias concretas limita mis
experiencias porque me mantiene sólo en el reino de lo conocido -y mi
conocimiento se limita. Y si me restrinjo sólo a lo que soy capaz de concebir,
estoy deteniendo mi potencial y lo que permito en mi vida. Sin embargo, si
puedo aceptar que mi entendimiento es incompleto y soy capaz de estar cómoda
con la incertidumbre, esto me abre al reino de las infinitas posibilidades.
Soy muy poderosa con sólo soltar; con sólo desapegarme de mis
creencias y de mis no creencias, me abro a todas las posibilidades. Así mismo
esto se da al experimentar una claridad interna mayor y la sincronicidad. El
mismo hecho de necesitar seguridad es un bloqueo para experimentar mayores
niveles de consciencia. Por el contrario, el proceso de soltar y abandonar
todas las ataduras a cualquier creencia o resultado, produce un efecto de
liberación que conduce a la sanación.
Para que la verdadera sanación ocurra, debo
desapegarme de la necesidad de ser sanada y sólo gozar y confiar en el hermoso
viaje que es la vida.
Fue importante darme cuenta que soy mucho más que mi biología, que soy algo
infinitamente mayor. Y nuevamente, quiero reiterar que ¡la enfermedad no es
nuestra culpa! Pensar de ese modo puede ser frustrante para cualquier persona
que esté enferma; pero sí estoy diciendo que nuestra biología responde a
nuestra consciencia; nuestros hijos, animales y nuestros alrededores también lo
hacen. Nuestra consciencia puede cambiar las condiciones del planeta de una
forma mayor de la que nos damos cuenta. Esto se debe a que ¡todos estamos
conectados -no me canso de repetirlo lo suficiente!
Ser capaces de respetar la esencia de las cosas, sin exigir que sean
diferentes -y esto nos incluye a nosotros mismos. No tenemos que tratar de
vivir para llenar las expectativas de perfección de otras personas y luego
sentirnos inadecuados cuando fallamos.
En otras palabras, estoy en mi punto de poder más elevado cuando
trabajo fluyendo con la vida en vez de ir en contra de ella.
Está muy bien que yo les hable sobre sanación después de haberlo experimentado,
o que les diga que crean y se suelten dejando que la corriente de la vida se
encargue; pero cuando uno está pasando por un período realmente bajo, es
difícil hacerlo –y, más aún, saber por dónde empezar.
Sin embargo, creo que la respuesta es más simple de lo que parece y es uno de
los secretos mejor guardados de nuestro tiempo. La importancia de amarse a sí
mismo. Pueden fruncir el ceño o bajar la cabeza desaprobando esta idea pero no
puedo enfatizar lo suficiente lo importante que es cultivar un profundo romance
con nosotros mismos.
Entender que ser yo, es ser amor, es la lección que salvó mi vida.
Muchos de nosotros todavía creemos que tenemos que trabajar para ser amorosos;
eso significa vivir en la dualidad, porque hay uno que da y otro que recibe.
Entender que somos amor lo trasciende. Significa entender que no hay separación
entre tú y yo y si yo soy consciente que soy amor, sé que tú también lo eres.
Si me amo automáticamente ¡siento lo mismo por ti!
El universo entero se compone de amor incondicional y yo soy una
expresión de él. Yo no puedo ser otra cosa, porque esta es mi esencia y la naturaleza
del universo entero. Entenderlo me hizo comprender que no es necesario tratar
de ser alguien más, con el fin de ser valorada. Ya soy todo eso que podría
intentar ser.
Cuando sabemos que somos amor, no necesitamos trabajar para ser amorosos hacia
otros. Sólo tenemos que ser fieles a nosotros mismos y nos volvemos
instrumentos de energía de amor, la cual toca a todos con quienes estemos en
contacto.
Ser amor significa ser consciente de la importancia de nutrir mi propia alma,
cuidando de mis propias necesidades, sin ponerme de últimas todo el tiempo.
Esto me permite ser siempre fiel a mí misma y tratarme con total respeto y
amabilidad. También me permite ver aquello que podría ser interpretado como
imperfecciones o errores, sin juicio, observándolos solamente como
oportunidades de experimentar y aprender con amor incondicional.
Para realmente amar a alguien incondicionalmente, tengo que sentirme
de esa manera hacia mí misma. Yo no puedo dar de lo que no tengo.
Cuando estoy siendo amor, no me siento agobiada, ni necesito que las personas
se comporten de cierta manera para poderme sentir amada o para que yo comparta
mi magnificencia con ellos.
Ellos están automáticamente recibiendo mi amor como resultado de que yo sea mi
ser verdadero.
Y cuando no me estoy juzgando a mí misma, me siento de esa manera hacia los
demás.
Cuando todos somos conscientes de nuestra propia magnificencia, no
sentimos la necesidad de controlar a los demás y no permitimos ser controlados
por nadie. Cuando desperté en mi ser infinito, estaba maravillada de entender
que mi vida podría ser dramáticamente diferente sólo por el hecho de darme
cuenta que soy amor y que siempre lo he sido. No tengo que hacer nada para
merecerlo. Este entendimiento significa que estoy trabajando con la energía de
la fuerza de vida, mientras que actuar para ser amorosa, trabaja en contra.
Ser consciente de que soy amor fue la lección más importante que aprendí,
permitiéndome soltar todo miedo y esa fue la llave que salvó mi vida.
.