domingo, 4 de mayo de 2014

REFLEXIÓN SOBRE EL CAMINO


Muchas gracias por vuestro interés, por vuestra confianza y por vuestra compañía en este camino del perdón que tantas veces me hace caer, porque cuando siento que ya no tengo fuerzas para levantarme es mi responsabilidad y mi compromiso con vosotros lo que vuelve a darme fuerzas para confiar en la Verdad, para demostrar a este mundo de miedos y a mí misma que el amor y la paz no sólo son posibles, sino que son lo único que existe, y que lo único que merece la pena que haga en este mundo es conquistar esta mirada para todos,

recordad que cada vez que caemos no hemos fracasado, tan sólo nos estamos topando con un nuevo límite de nuestro falso yo, y que, con ayuda del perdón, podemos agarrar ese límite concreto y disolverlo, y así paso a paso, con humildad, paciencia y fe, poner finalmente al descubierto nuestro yo real e ilimitado, ese lugar donde no esperamos nada, no exigimos, no tememos, no hay ansiedad, ni culpa, ni pérdida, ni dolor. 

Es inevitable toparse con los propios límites en este mundo, no lo temáis, tan sólo volved a levantaros y sentid gratitud por ello. Es esto radica el verdadero valor y la verdadera fortaleza. Quien no se cae, tan sólo se engaña, tan sólo está desconectado de su sentir, porque el sentir da miedo. Es por eso que el "Yo Siento" es el primer paso del perdón, aunque de miedo, porque lo que no se siente no se puede transformar. Podemos ser valientes. Podemos madurar. Podemos volver a elegir. Tenemos a Dios de nuestro lado, nada menos.

Gracias por darme la oportunidad de aprender lo que trato de expresar.
Gracias también a quien pareciendo herirnos nos da la oportunidad de conocer nuestros límites y superarlos. Cada límite aparece en el preciso momento en que estamos preparados para superarlo, así que ¡ánimo! no estamos solos, tenemos la capacidad, tan sólo necesitamos una pequeña dosis de buena voluntad para comenzar a re-conectarnos con nuestro ser ilimitado.

Tras la Semana Santa, donde los rituales parecen reflejar tan sólo el dolor de la crucifixión y la culpa por nuestros pecados (esos latigazos...!) os dejo con esta frase del curso de milagros que nos recuerda que el verdadero significado de la muerte de Jesús fue demostrarnos que la muerte no existe y que sólo hay un juicio, que el hijo de Dios es inocente.


"No enseñes que morí en vano. 
Enseña más bien que no morí, 
demostrando que vivo en ti."

domingo, 16 de febrero de 2014

SOBRE LA CONCIENCIA


Una persona verdaderamente consciente es alguien que sabe que es la causa y no el efecto en la vida. En términos prácticos, esto significa que nadie puede hacernos nada, puesto que nosotros creamos nuestra realidad a través de nuestras creencias, pensamientos, palabras y acciones, ya sean de esta vida o de una previa. Aunque nos esforcemos para ser seres humanos espirituales y conscientes que comparten, nuestra incapacidad para perdonar a los demás, o a nosotros mismos, va en contra de las leyes del universo.


Cuando nos aferramos al enojo, el resentimiento, el reproche y la culpabilidad, estamos ignorando una lección importante: la esencia del perdón radica en entender que en realidad no hay nada que perdonar. Nadie nos ha lastimado ni puede lastimarnos nunca. Todo lo negativo que hay en nuestra vida es un efecto de una semilla negativa que plantamos. La única forma de eliminar las semillas antes de que se enraícen es mirarlas, dejar ir y confiar en la Luz, ¿te acuerdas de la Luz?


Esto no significa que debamos tumbarnos y permitir que nos pisoteen, que nos utilicen y que nos desechen. Al contrario, cuando traemos Luz a nuestras acciones, nos volvemos muy eficientes. Pero debemos soltar el pasado. Dejar atrás las quejas. Cuando estamos estancados en lo que nos sucedió, nos volvemos resentidos, infelices y pesimistas. 
Piensa en las personas felices y sanas que conoces: lo más probable es que sean aquellas que están enamoradas de la vida, porque saben como liberarse del pasado, seguir avanzando y vivir en el momento.

Suelta cualquier sentimiento negativo y todos los resentimientos fuertes que albergas contra otras personas, ya que están bloqueando las grandes bendiciones que están intentando llegar hasta ti. 


jueves, 13 de febrero de 2014

SOBRE EL MAESTRO JESÚS


“Cuando tu alma haya comprendido que verdaderamente sufre, entonces, vendrás a buscarme. Primeramente tienes que aprender a reconocer la naturaleza de tu propia ceguera”.

El mundo era inculto y, por lo tanto servil… porque carecía de argumentos para la reflexión. No sabía en lo que creía ni por qué creía en ello.
Él vino para sacudirnos y refrescarnos la memoria, no tenía nada que inculcarnos excepto la voluntad de reencontrarnos a nosotros mismos, tal como somos en nuestro interior.
La libertad de pensar, de actuar y de ser no les puede faltar más que a quienes se han hecho conscientes de estar amputados, es decir, a aquellos que comienzan a despertar de su anestesia.

Desde todos los tiempos se ha preferido siempre no tener nada grande delante de sí… sino estar seguro de no correr ningún riesgo.
La tibieza, la pusilanimidad consentida y mantenida le hacían siempre reaccionar.

Jesús, el hombre, era sorprendentemente libre, libre y desconcertante, capaz de cambiar de dirección en un instante, como un animal que hubiera percibido alguna cosa en el viento, un peligro o una invitación. Seguirle era un ejercicio de abandono constante. “Como veis no soy un bloque de granito, mi padre me ha dado libertad de movimiento, entonces la duda que puede experimentar la planta de mis pies es también un regalo… esta es una enseñanza más grande de lo que parece: retenedla…”

Jeshua ignoraba la noción de corte y ruptura. Si alguna vez no deseaba tener contacto con alguna persona o no retornar a ciertos lugares, consideraba su decisión como un paréntesis momentáneo que se vería un día u otro reabierto de manera constructiva, en tiempos más propicios, porque todas las almas son llevadas necesariamente a comulgar al final de su evolución.

Si una relación conflictiva se perfilaba entre Él y algún otro, vivía la situación de manera totalmente desapasionada, un poco como un actor que no se dejase “invadir” por el papel que interpreta y guardase una distancia constante con respecto al escenario. Eso no significaba que adoptase una actitud fría, desapegada o distante en situaciones de tensión. El Rabí podía sentir pena, nunca fue un bloque de mármol difícil de esculpir, tenía solamente una extraordinaria capacidad para distanciarse rápidamente de una situación agresiva o hiriente. Era exactamente el caso de alguien que consigue vivir en el “aquí y ahora”, todo su ser se mostraba capaz de trascender con una velocidad sorprendente cada herida o cada agresión.

La noción de resentimiento le era desconocida. El insulto, la maledicencia o la calumnia no tenían ningún efecto sobre Él… hasta el punto de que podría dar la impresión de ser un cobarde o un miedoso, ¡Dios sabe sin embargo que estos dos tristes calificativos no podían aplicársele! Era Él quien regularmente, por sus prodigios o sus palabras, generaba situaciones en las que podía prever que desencadenarían tempestades y que se volverían contra su persona. El Rabí era en esencia un provocador, no porque le gustasen los ambientes conflictivos, sino porque  estimaba que una parte de la tarea que le incumbía era la de zarandear al ser humano para poner en evidencia sus actitudes mentales entumecidas y tóxicas.

En cuanto a su mirada, si conseguíais cruzarla, era de aquellas que no se pueden rehuir ya que nos escudriñaba detectando algo que nosotros mismos ignorábamos. Muchos se sentían indispuestos por esa mirada, porque tenía la particularidad de poner el alma al desnudo y porque no podíamos engañarle, y eso, evidentemente, no convenía a todo el mundo.

Para Él no era cuestión de imponer nada, no era su manera de ser lo que pretendía inculcarnos. Empleaba más bien todos sus medios para revelar nuestra manera se ser, es decir, nuestro estado de servilismo y de ruptura con nuestra esencia.

El hombre Jeshua no hablaba tan a menudo de su padre como lo pretenden las escrituras canónicas, el hombre, el Rabí, nos hablaba en primer lugar de nosotros, de nuestras inverosimilitudes, de nuestras contradicciones, de nuestra pasividad, de nuestros miedos… como resumen de nuestras pequeñeces a la vista de la arrogancia que mostrábamos. No le seguía el juego a nadie.

El poder sólo se basa en la complicidad pasiva y cobarde de los que lo dejan actuar e imponer su dictamen a menudo injusto. “Todo poder, decía el rabí, es una dominación que se basa en la debilidad de aquellos que han abdicado de la maestría de su propia vida”.

El aspecto humano de Jeshua, no hacía más que reforzar el impacto de la Fuerza que Él asumía, instaurando una proximidad con lo Divino a la que nadie estaba habituado. Este doble aspecto de su personalidad hizo de Él un ser constantemente inalcanzable, a la vez sufridor y alegre, tranquilo y rebelde, pero que iba en una sola y única dirección sin mirar atrás jamás.

Podemos fácilmente adivinar por qué el hombre, tanto como el Maestro de Sabiduría, desencadenaba hasta tal punto las pasiones, provocando conjuntamente rechazo, odio, cólera, desprecio o también admiración, amor, veneración adulación e incluso histeria.

Los Grandes Reencarnados, que los orientales califican de Avatares (encarnación Divina reconocida que se manifiesta de época en época) provocan siempre este efecto sobre la humanidad que Ellos atraviesan como una flecha volando directamente hacia su objetivo. Mezclan las fragilidades humanas con la Fuerza considerada supra-humana. Así la paz que ellos dirigen en esencia, comienza, paradójicamente por suscitar a su alrededor los elementos constitutivos de un campo de batalla.

Cuando no se es el esclavo del ego, cuando no se padecen las pulsiones ni las manifestaciones limitadas y atrofiadas de su realidad, el cuerpo es la herramienta por la cual el Espíritu que nos anima se comunica con la Materia y la aspira hacia Sí.

Pensar con Dios, desde un cuerpo, nos termite manifestar los rasgos fundamentales de la conciencia libre, nos posibilita el afirmarnos, es decir, ser capaz de extraerse de un alma-grupo. 
Es expresar un temperamento, una manera de ser, una voluntad autónoma, es asumir del riesgo de equivocarse, tener el derecho a dudar, a dejar manifestarse una sensibilidad, sentimientos e incluso emociones.

Del libro “Las Primeras Ensañanzas de Cristo” de Daniel Meurois.

miércoles, 12 de febrero de 2014

AMAR


Amar a un ser humano es brindarle la oportunidad de ser
escuchado con profunda atención, interés y respeto, aceptar
su experiencia sin pretender modificarla sino comprenderla.
Ofrecerle un espacio en el que puede descubrirse sin miedo a
ser calificado, en el que sienta la confianza de abrirse sin ser
forzado a revelar aquello que considera privado; es reconocer
y mostrar que tiene el derecho inalienable de elegir su propio
camino, aunque éste no coincida con el mío; es permitirle
descubrir su verdad interior por si mismo, a su manera apreciarlo
sin condiciones, sin juzgarlo ni reprobarlo, sin pedirle que se
amolde a mis ideales, sin exigirle que actúe con mis expectativas;
es valorarlo por ser quién es, pero no por ser como yo quisiera
que fuera; es confiar en su capacidad de aprender de sus errores
y de levantarse de sus caídas más fuerte y más maduro, y
comunicarle mi fe y mi confianza en su poder como ser humano.

Amar a un ser humano es atreverme a mostrarme indefenso,
vulnerable, sin poses ni caretas, mostrando mi verdad desnuda,
honesta y transparente; es descubrir frente a él mis propios
sentimientos y necesidades, sin esperar que se haga responsable
de saciarlas; es disfrutar del privilegio de ser yo-mismo en
facetas siempre nuevas y distintas; es ser veraz, y sin miedo
ni vergüenza, decirle con la mirada cristalina, “ese soy… en
este momento de mi vida, con gusto y libremente, contigo lo
comparto… si tú quieres recibirlo.”

Amar a un ser humano es disfrutar de la fortuna de poder
comprometerme voluntariamente y responder en forma activa a
su necesidad de desarrollo personal; es creer en él… cuando de
si mismo duda, contagiarle mi vitalidad y optimismo cuando está
dándose por vencido, apoyarlo cuando flaquea, animarlo, cuando
titubea, tomarlo de la mano con firmeza cuando se siente débil,
y acariciarle con dulzura cuando algo lo entristece, y sin dejarme
arrastrar por su desdicha… estar ahí, apoyándole en todo
momento, y cuando algo le agobie respirar a su lado contagiándole
de un oxígeno sano, alegre y refrescante; es compartir en el
presente por el simple gusto de estar juntos, sin ataduras
ni obligaciones impuestas, sino por la espontánea decisión de
responderle libremente.

Amar a un ser humano es ser suficientemente humilde como
para recibir su ternura y su cariño, sin representar el papel del
que nada necesita; es aceptar con gusto lo que me brinda, sin
exigir que me dé lo que no puede, no quiere, o no desea darme;
es agradecerle a la vida el prodigio de su existencia, sabiendo
que cada día es una aventura incierta y el mañana, una incógnita
perenne; es vivir cada instante como si fuese el último que
pudiera compartir con él, de tal manera que cada reencuentro
sea tan intenso y tan profundo como si fuese la primera vez que
lo tomo de la mano, haciendo que lo cotidiano sea siempre una
condición distinta y milagrosa.

Amar a un ser humano es atreverme a expresar el cariño
espontáneamente a través de mi mirada, de mis gestos, de mi
sonrisa, de la caricia firme y delicada, de mi abrazo vigoroso,
de mis besos, con palabras francas y sencillas; es hacerle saber
y sentir… cuánto lo valoro por ser quien es! Cuánto aprecio sus
riquezas interiores, aún aquellas que él mismo desconoce; es
ver su potencial latente y colaborar para que florezca la semilla
que se encuentra dormida en su interior; es hacerle sentir que
su desarrollo personal me importa honestamente, que cuenta
conmigo, que estoy aquí; es permitirle descubrir sus capacidades
creativas, alentar su posibilidad de dar todo el fruto que podría;
es desvelar ante sus ojos el tesoro que lleva dentro y cooperar
de mutuo acuerdo, para hacer de esta vida una experiencia más


Amar a un ser humano es también atreverme a establecer mis
propios límites y mantenerlos firmemente, es respetarme a mi
mismo y no permitir que el otro transgreda aquello que considero
mis derechos personales, es tener tanta confianza en mi mismo
y en el otro, que sin temor a que la relación se perjudique, me
sienta en libertad de expresar mi enojo sin ofender al ser
querido, y que pueda manifestar lo que me molesta e incomoda
sin intentar herirlo o lastimarlo. Es reconocer y respetar sus
limitaciones y verlo con aprecio sin idealizarlo; es compartir y
disfrutar de los acuerdos y aceptar los desacuerdos, y si llegase
un día en el que inevitablemente los caminos divergieran sin
remedio, amar es ser capaz de despedirse en paz y armonía,
de tal manera que ambos nos acordemos con gratitud de todas
las experiencias vividas, de los mejores y peores momentos,
agradecidos profundamente por los tesoros compartidos.

Amar a un ser humano es ir más allá de su individualidad como
persona, es percibirlo, sentirlo y valorarlo como una muestra
de la humanidad entera, como una expresión del hombre total,
como una manifestación palpable de esa esencia trascendente
e intangible llamada “ser humano”, de la cual yo formo parte,
es reconocer, a través de él, el milagro indescriptible de la
naturaleza humana, del amor tal como es… con la más pura
inocencia y apertura de corazón. Y por tanto, amar a un ser
humano es amarme a mi mismo y sentirme agradecido por esta
bella oportunidad que me dio la vida, de ser una nota en la
maravillosa sinfonía de este mundo.

martes, 11 de febrero de 2014

AFÉRRATE AL AMOR


Aférrate a las riendas del amor
Y no tengas miedo
Aférrate a lo real que hay tras lo falso
Y no tengas miedo
Debes saber que el amado
No es otro que tú mismo
Aférrate a esta verdad
Y no tengas miedo

Rumi

lunes, 10 de febrero de 2014

EXTRACTO DEL LIBRO "MUERO POR SER YO" DE ANITA MOORJANI (referente a la charla nº8)


Las razones de su enfermedad yacen en su viaje personal y probablemente estén relacionadas con su propósito individual.
Puedo resumir la respuesta a la pregunta de por qué me dio cáncer en una palabra: miedo.

Miedo a casi a todo: al fracaso, a no gustarle a nadie, a caerle mal a la gente y a no ser lo suficientemente buena, a la enfermedad, al cáncer en particular, lo mismo que a su tratamiento. Le tenía miedo a vivir y estaba aterrada de morir.

En realidad ya somos aquello que tratamos de lograr durante todas nuestras vidas, pero simplemente, ¡no nos damos cuenta!

pero yo tenía esa pequeña voz molesta de desaprobación continuamente en mi cabeza. Le daba gusto a los demás y le temía a la desaprobación sin importar de dónde venía.
 
Maniobraba para evitar que la gente pensara mal de mí y con el paso de los años, me perdí a mí misma en el proceso. Estaba completamente desconectada de quién era yo o lo que quería, porque todo lo que hacía estaba diseñado para ganar la aprobación –de todos, excepto la mía propia. De hecho, en los años que me llevaron al cáncer, si alguien me hubiera preguntado que quería en la vida, habría tenido que decir que en realidad no lo sabía. Estaba tan envuelta en las expectativas de mi cultura, tratando de ser la persona que se esperaba que fuera que realmente no sabía qué era importante para mí.

Le tenía temor tanto a la enfermedad en sí como al tratamiento de quimioterapia.
 
Lentamente, me encontré aterrada tanto de morir como de vivir. Estaba atrapada por mis miedos. Mi experiencia de vida se estaba volviendo cada vez más pequeña porque para mí el mundo era un lugar amenazante... Y luego, me diagnosticaron cáncer.

Aunque parecía que estaba luchando contra la enfermedad, yo creía que el cáncer era una sentencia de muerte. Pasé por las etapas de hacer todo lo que podía, pero en el fondo de mi mente, creía que no lo iba a lograr. Y le tenía mucho, mucho, miedo a la muerte.

El hecho de que los científicos continuamente decían que estaban tratando de encontrar una cura para el cáncer, me indicaba que aún no había una solución conocida. Este parecía ser un hecho aceptado, por lo menos en el mundo médico convencional. Estar informada que la medicina convencional era la única opción y que esta disciplina admitía que no había cura, fue suficiente para enviar un sentimiento profundo de terror al centro de mi corazón. La palabra cáncer en sí misma fue suficiente para causarme este miedo y las carencias de la ciencia, apoyaron el sentimiento de que iba a morir.

Aún así hice todo lo que pude, pero la enfermedad parecía estar progresando y empeorando.
 

Aunque la mayoría de la gente que conocía me aconsejó en contra, opté por la medicina alternativa porque sentía que con la terapia convencional, estaba condenada desde el comienzo.
 

En su lugar, tomé todas las modalidades que conocía y como mencioné antes, renuncié a mi trabajo y me dediqué durante años a este proceso.

Intenté la sanación a través de la fe, la oración, la meditación y las sesiones energéticas. Leí todos los libros a los que pude echar mano sobre el cáncer, aprendí cada connotación posible dada a la enfermedad. Trabajé en terapia del perdón y perdoné a todos los que conocía y después, los volví a perdonar. Viajé a la India y a China, conocí monjes budistas, yoguis indios y maestros iluminados, con la esperanza de que ellos me ayudaran a encontrar respuestas que me condujeran a la sanación.
 

Intenté ser vegetariana, meditar en la cima de la montaña, el yoga, la medicina ayurvédica, el balance de los chakras, la medicina china herbal, la sanación pránica y Chi Gong.

Pero a pesar de todo esto, mi cáncer continuaba empeorando. Mi mente estaba en un estado de total confusión y yo continuaba perdiéndome, aún más, en diferentes modalidades de sanación, probando todo, sólo para permanecer viva, mientras mi salud continuaba deteriorándose. Como lo describí antes, mi cuerpo, eventualmente, dejó de absorber nutrientes y tuve una pérdida muscular al punto que ya no pude caminar. Mi madre me cuidaba porque yo no podía hacerlo. Fue muy difícil para todos nosotros y podía sentir su dolor sumado al mío.

No puedo describir lo intenso que era el terror que estaba experimentando mientras día tras día, mientras mi cuerpo continuaba deteriorándose. Me agarraba a la vida con las uñas. Iba a grupos de sanación espiritual donde incluso me dijeron que esto era mi elección. También escuché que el mundo es una ilusión.

Estaba muy frustrada y con miedo, preguntándome: ¿Por qué iba yo a escoger esto? ¿Cómo puedo escoger algo diferente? Si esto es una ilusión, ¿por qué se siente tan real? Si Dios oye todas las oraciones, ¿por qué no está oyendo las mías? Había estado probando seriamente todo lo que pude: perdón, limpieza, sanación, oración y meditación. Simplemente no podía entender por qué me estaba pasando esto.

Pero cuando finalmente se volvió demasiado difícil de aguantar, me solté. Hubo un total e interno dejar ir. Después de que el cáncer devastó mi cuerpo durante más de 4 años, simplemente estaba demasiado débil para continuar... así que me rendí. Estaba cansada. Sabía que el siguiente paso sería la muerte y finalmente había llegado al punto donde le daba la bienvenida. Cualquier cosa tenía que ser mejor que esto.

Ahí fue cuando caí en un coma y mis órganos empezaron a apagarse. Sabía que nada podría ser peor que lo que mi familia y yo estábamos viviendo. Empecé a sumergirme hacia la muerte.

El reino que experimenté cuando mi cuerpo se apagó me permitió ver mi propia magnificencia, sin las distorsiones del miedo. Fui consciente del poder grandioso al que tenía acceso.

Cuando renuncié a aferrarme a la vida física, no sentía que necesitaba hacer nada en particular para entrar en el otro reino, como rezar, cantar, usar mantras, el perdón o cualquier otra técnica.
 

Continuar era parecido a hacer absolutamente nada.
En ese estado de claridad en el otro reino, instintivamente entendí que yo estaba muriendo a causa de todos mis miedos. No estaba expresando mi verdadero ser porque mis preocupaciones no me dejaban hacerlo. Entendí que el cáncer no era un castigo. Era simplemente mi propia energía, manifestándose como cáncer porque mis miedos no permitían que me expresara como la fuerza magnificente que era.

En este estado expansivo, fui consciente de cuán duro me había tratado y juzgado a mí misma durante toda mi vida. Nadie me estaba castigando. Finalmente había entendido que era a mí a quien no había perdonado y no a otras personas. Yo era a quién estaba juzgando, a quién había abandonado y a quién no había amado lo suficiente. No tenía nada que ver con nadie más.
Sólo por el hecho de existir, me hacía merecedora al amor incondicional. Me di cuenta de que no necesitaba hacer nada para merecerlo –ni rezar, ni rogar ni nada más. Entendí que nunca me había amado a mí misma, ni valorado, ni había visto la belleza de mi propia alma. Aunque la magnificencia incondicional siempre estaba para mí, sentía como si la vida física la hubiera, de algún modo, decantado o desgastado.

Este entendimiento hizo que me diera cuenta que no había nada que temer. Simplemente vi aquello a lo que tengo acceso -a lo que todos tenemos acceso. Y entonces hice una poderosa elección: regresar.
 

Esta decisión consciente, fue la única y poderosa fuerza que dirigió mi regreso. En el momento en que desperté de nuevo en mi cuerpo, supe que cada una de las células respondería a la decisión de regresar y que iba a estar bien.

Finalmente permití que mi verdadero espíritu brillara. Ya no estaba en un estado de pensar, sino en un estado de Ser. En este estado de Unicidad se trasciende la dualidad. Era capaz de estar en contacto con quien soy de verdad, la parte de mí que es eterna, infinita y abarca el Todo.  

Las creencias que ya no nos sirven, nos mantienen encerrados en un estado de dualidad y permanente juzgamiento. Lo que apoyamos lo consideramos "bueno" y "positivo"; y lo que no, no.

Además nuestras creencias nos ponen en la posición de necesitar defenderlas cuando los demás no estén de acuerdo. Y cuando invertimos demasiada energía en defendernos, nos volvemos reacios a soltarlas, aún cuando estas ideas ya no nos sirvan. Ahí es cuando nuestras creencias empiezan a poseernos, en lugar de ser al revés.

El Ser consciente (la verdad) no necesita defensas. Se expande, crece y puede abarcarlo todo, acercándonos al estado de Unicidad. Ahí es donde los milagros tienen lugar. Por el contrario, las creencias sólo nos permiten aquello que consideramos creíble y descartamos todo lo demás. 
En otras palabras, lo que se requería era una ausencia de creencias para mi sanación.

En el momento en que renuncié por completo a mi fuerte deseo de permanecer viva, experimenté la muerte. Y en la muerte, entendí que todavía no era mi tiempo. Cuando estuve dispuesta a soltar lo que quería, recibí lo que era mío de verdad; y entendí que lo segundo es siempre el regalo mayor.

Aprendí que las ideologías sostenidas fuertemente, realmente trabajan en mi contra. La necesidad de actuar sobre creencias concretas limita mis experiencias porque me mantiene sólo en el reino de lo conocido -y mi conocimiento se limita. Y si me restrinjo sólo a lo que soy capaz de concebir, estoy deteniendo mi potencial y lo que permito en mi vida. Sin embargo, si puedo aceptar que mi entendimiento es incompleto y soy capaz de estar cómoda con la incertidumbre, esto me abre al reino de las infinitas posibilidades.

Soy muy poderosa con sólo soltar; con sólo desapegarme de mis creencias y de mis no creencias, me abro a todas las posibilidades. Así mismo esto se da al experimentar una claridad interna mayor y la sincronicidad. El mismo hecho de necesitar seguridad es un bloqueo para experimentar mayores niveles de consciencia. Por el contrario, el proceso de soltar y abandonar todas las ataduras a cualquier creencia o resultado, produce un efecto de liberación que conduce a la sanación. 
Para que la verdadera sanación ocurra, debo desapegarme de la necesidad de ser sanada y sólo gozar y confiar en el hermoso viaje que es la vida.

Fue importante darme cuenta que soy mucho más que mi biología, que soy algo infinitamente mayor. Y nuevamente, quiero reiterar que ¡la enfermedad no es nuestra culpa! Pensar de ese modo puede ser frustrante para cualquier persona que esté enferma; pero sí estoy diciendo que nuestra biología responde a nuestra consciencia; nuestros hijos, animales y nuestros alrededores también lo hacen. Nuestra consciencia puede cambiar las condiciones del planeta de una forma mayor de la que nos damos cuenta. Esto se debe a que ¡todos estamos conectados -no me canso de repetirlo lo suficiente!

Ser capaces de respetar la esencia de las cosas, sin exigir que sean diferentes -y esto nos incluye a nosotros mismos. No tenemos que tratar de vivir para llenar las expectativas de perfección de otras personas y luego sentirnos inadecuados cuando fallamos.

En otras palabras, estoy en mi punto de poder más elevado cuando trabajo fluyendo con la vida en vez de ir en contra de ella.

Está muy bien que yo les hable sobre sanación después de haberlo experimentado, o que les diga que crean y se suelten dejando que la corriente de la vida se encargue; pero cuando uno está pasando por un período realmente bajo, es difícil hacerlo –y, más aún, saber por dónde empezar.
 

Sin embargo, creo que la respuesta es más simple de lo que parece y es uno de los secretos mejor guardados de nuestro tiempo. La importancia de amarse a sí mismo. Pueden fruncir el ceño o bajar la cabeza desaprobando esta idea pero no puedo enfatizar lo suficiente lo importante que es cultivar un profundo romance con nosotros mismos.

Entender que ser yo, es ser amor, es la lección que salvó mi vida.

Muchos de nosotros todavía creemos que tenemos que trabajar para ser amorosos; eso significa vivir en la dualidad, porque hay uno que da y otro que recibe. Entender que somos amor lo trasciende. Significa entender que no hay separación entre tú y yo y si yo soy consciente que soy amor, sé que tú también lo eres. Si me amo automáticamente ¡siento lo mismo por ti!

El universo entero se compone de amor incondicional y yo soy una expresión de él. Yo no puedo ser otra cosa, porque esta es mi esencia y la naturaleza del universo entero. Entenderlo me hizo comprender que no es necesario tratar de ser alguien más, con el fin de ser valorada. Ya soy todo eso que podría intentar ser.

Cuando sabemos que somos amor, no necesitamos trabajar para ser amorosos hacia otros. Sólo tenemos que ser fieles a nosotros mismos y nos volvemos instrumentos de energía de amor, la cual toca a todos con quienes estemos en contacto.

Ser amor significa ser consciente de la importancia de nutrir mi propia alma, cuidando de mis propias necesidades, sin ponerme de últimas todo el tiempo. Esto me permite ser siempre fiel a mí misma y tratarme con total respeto y amabilidad. También me permite ver aquello que podría ser interpretado como imperfecciones o errores, sin juicio, observándolos solamente como oportunidades de experimentar y aprender con amor incondicional.

Para realmente amar a alguien incondicionalmente, tengo que sentirme de esa manera hacia mí misma. Yo no puedo dar de lo que no tengo.

Cuando estoy siendo amor, no me siento agobiada, ni necesito que las personas se comporten de cierta manera para poderme sentir amada o para que yo comparta mi magnificencia con ellos.
 

Ellos están automáticamente recibiendo mi amor como resultado de que yo sea mi ser verdadero.
 

Y cuando no me estoy juzgando a mí misma, me siento de esa manera hacia los demás.

Cuando todos somos conscientes de nuestra propia magnificencia, no sentimos la necesidad de controlar a los demás y no permitimos ser controlados por nadie. Cuando desperté en mi ser infinito, estaba maravillada de entender que mi vida podría ser dramáticamente diferente sólo por el hecho de darme cuenta que soy amor y que siempre lo he sido. No tengo que hacer nada para merecerlo. Este entendimiento significa que estoy trabajando con la energía de la fuerza de vida, mientras que actuar para ser amorosa, trabaja en contra.

Ser consciente de que soy amor fue la lección más importante que aprendí, permitiéndome soltar todo miedo y esa fue la llave que salvó mi vida.

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LA SINCRONICIDAD (referente a la charla nº8)


Si abrieran esa parte de su corazón que tienen la capacidad de abrir y dijeran “Quisiera sentir algo, tal vez quisiera alguna validación dentro de mí de que esto es correcto” empezarían a sentir los escalofríos que sólo se sienten cuando uno sabe que se está revelando la verdad. 
Y la Verdad es: Te conozco; conozco tus vidas, sé por lo que estás pasando, alma vieja, te conozco. Hemos hecho mucho juntos; no ves mi rostro ni mi nombre, estoy contigo todo el tiempo. Y cuando yo digo “Yo” quiero decir la comitiva, que son billones que saben quién eres, que te acompañan en los momentos más difíciles, a través de las lágrimas, de las penas, celebrando los momentos en que eliges brindar por la victoria. Y a veces la victoria es la salud, y a veces son las soluciones para problemas que has tenido durante toda una vida. ¡Sabemos quién eres! ¡Nunca estás solo! 

Puede que vayas a algún lugar y conozcas a la persona adecuada que sabe de alguien que justamente tiene la información correcta y resulta que obtienes exactamente lo que buscabas. Esto es la sincronicidad y a los humanos les parece extraordinario porque  
los humanos en general utilizan la estructura de planear por adelantado. Y creen que es la única forma de lograr las cosas. Y en ese dilema incluso mencionan el pensamiento positivo. Pero eso aún es planear de manera lineal para llegar a una meta. Y sin que importe la clase de proceso que hayas estudiado que te lleve de A a B, tiene que haber una meta. Y en algunos casos, pegas la meta en el refrigerador para verla todos los días. Ése es el Ser Humano lineal. ¿Y si yo te dijera que hay un proceso que no es lineal, que no tiene meta alguna? Ninguna meta lineal, pero sí conceptual. Una meta conceptual que dice:

“Querido Dios, colócame en el lugar correcto. No sé cuál es. Querido Dios, cuando lo hagas, ayúdame a que sea cómodo para mí, permíteme encontrarle sentido. Hazlo fácil. Tráeme las situaciones correctas para que me lleven allí.”

Esto despierta la poderosa sincronicidad 

Es normal para ustedes fijarse objetivos. “Quiero escribir un libro”, “Quiero crear una técnica de sanación”, “Quiero tener esto”, “Quiero tener aquello.” 

 La primera pregunta que tengo para hacerles es: ¿Estará bien si no es lo que pensaban? ¿Estará bien si es mejor? ¿Estará bien si se adecua a la tarea para la cual vinieron y a los talentos que tienen y tal vez ni siquiera han notado? 

Están aquí porque alguien les mostró algo que los hizo cambiar. Los hizo mirar. No les dio una doctrina ¡Los hizo mirar! ¿Pueden ponerle precio a eso? Los hizo mirar en un lugar que les dijo que están construidos divinamente. Que su biología puede contener algo más grande. Algo Innato que es inteligente y sabe quién soy, que trabaja conmigo cuando se lo pido, una consciencia dentro de una consciencia que me conectará con la sincronicidad.

La majestuosidad del Ser Humano 

Eres parte de la sopa que es Dios, y esa parte mira hacia abajo hacia ti y está siempre disponible. ¡Siempre está disponible! Observa todo, todo el tiempo, sabe quién eres, sabe todo sobre ti porque es parte de ti. Emite información para ti que recibes a través del pensamiento intuitivo. Cada Ser Humano del planeta lo tiene! Porque cada Ser Humano es parte del todo,
Sin embargo ¿qué sucede si hay una radiodifusión y el noventa por ciento de la gente no tiene radio? No la reciben. La emisión aún está allí, con su nombre en ella. Ellos no tienen una radio porque no lo creen, no se orientan a ello, no lo invitan.

Dios los conoce y nunca los llevaría a un lugar por razones benévolas y hermosas. 

El proceso de la sincronicidad se guía por el pensamiento intuitivo, a través de la inteligencia innata del cuerpo para estar en el lugar correcto en el momento oportuno y hablar con las personas adecuadas. No pueden planear eso por adelantado, tienen que estar sintonizados.

No se trata de que “creemos que van a suceder cosas”, sino de que vamos a trabajar para ello. Van a ajustar la sintonía de su pensamiento intuitivo, escucharlo tanto como puedan, y los pondrá en el lugar correcto en el momento oportuno, No se trata de negligencia porque se nos pide actuar pero sólo para dar los primeros pasos, para invitar, entonces el Innato trabaja con ustedes para afinar la sintonía. 

Lo primero es comprender el proceso y creer en él.
Lo segundo comprender que la sincronicidad te puede llevar a un lugar que no planeaste. ¿Podemos aceptarlo?. Saber que tenemos que estar ahí donde nos pone la sincronicidad. Cuando sientes cómo pasa el amor de Dios por tu cerebro, tu corazón y todas las células de tu cuerpo dan gracias a Dios por ponerte en el lugar correcto en el momento oportuno.

Tu meta no se logrará nunca: siempre estarás en movimiento. Siempre habrá una escalera que subir; en conocimiento, en conciencia, en energía; cosas nuevas, que  vienen hacia ti siempre, hasta el momento de tu último aliento. Nunca habrás llegado y eso tampoco te gusta. Quieres llegar a un lugar y decir “¡Lo hice! ¡Pertenezco aquí y ya no tendré que trabajar tanto nunca más!”  Las almas viejas siempre están trabajando. Tienen que desechar eso. Para eso están aquí. 

La sincronicidad puede ponerte en lugares hermosos; puede salvarte la vida.  Te salvará la vida. Anula todos los atributos kármicos que te han empujado y tironeado desde siempre. Ella cambia la forma en que las personas piensan de ti, porque tú cambias. Ella cambia la forma en la que tú piensas de los demás, porque te lleva a lugares en los que ves quién eres. Reacomoda lo que tú crees, porque empiezas a ver un refuerzo de la acción que funciona. Y puedes erguirte y decirle a alguien: “No tengo idea de a dónde estoy yendo” y sentirte orgulloso. Y tienes más salud que los demás. Y eres más feliz que ellos. Y amas a personas a las que ellos no aman. 

Esto exige trabajo de tu parte. ¡Lo exige! Tienes que cambiar la manera en que funciona tu cerebro. Y cambiarte a ese lugar donde, antes de dejar ninguna situación, puedas mirarla de forma diferente a como la miras ahora y puedas decir: si... lo haré..., ayúdame con esto. 

Tú puedes hacerlo. Todo lo que tienes que hacer es empujarlo un poco. Se llama sincronicidad, y no es privativo de ti, alma vieja; es para cualquier Ser Humano que desee conseguir la radio. La radio es el reconocimiento del Yo Superior y del hecho de que Dios está en tu interior, una disposición a escuchar de una forma que no existía antes, a una Fuente amorosa y hermosa que no cambia jamás.     
Y así es.